Esta comedia romántica de Rob Reiner (a quien muchos idolatráis por ser el director de La Princesa Prometida, película que he de reconocer aún no he visto) es una de las preferidas de nuestro anterior casero, Juanma Trueba. Podríamos resumirla como una sucesión de diálogos entre un hombre y una mujer a lo largo de los doce años en que tardan en enamorarse (pese a que Harry, ya en la primera noche, trata de convencerla para que se acuesten juntos), y el leitmotiv principal que se plantea consiste en si verdaderamente existe la posibilidad de la amistad pura entre ambos sexos, o si en todos los casos la tensión sexual se halla presente de algún modo, soterradamente. Harry y Sally tienen visiones de partida diferentes al respecto, aunque su relación va evolucionando a lo largo de la película. En mi opinión personal, nacida de la experiencia, la amistad entre hombres y mujeres es perfectamente plausible sin generar ninguna frustración, si bien es cierto que desde el primer momento, en este film, el espectador se da cuenta de que la conexión entre estos dos protagonistas en concreto va a ir más allá de la amistad.
Del mismo modo que en la película uno va tragándose los diálogos de la pareja esperando, con una mezcla de satisfacción e impaciencia, la chispa que convierta en tangible lo que para el de fuera resulta evidente, el aficionado madridista aguarda que en la historia de amor entre Lopetegui y la plantilla se produzca ese momento catártico que inflame las pasiones y el buen juego de manera definitiva. De momento tenemos algunos escarceos estupendos como el partido de la Roma, pero, si somos objetivos, Lopetegui, como le sucediera a Harry con Sally, lleva varios rechazos en las primeras citas importantes. Desde luego ha habido veces en que Julen se ha mostrado inteligente, y en ocasiones incluso audaz (esas titularidades de Cebollas, ese peso en el juego otorgado al ahora operado Isco), mas no termina de cortar las amarras con algunas inercias previas, y finalmente queda en tierra de nadie. Los madridistas somos un público exigente pero, como a todos, nos gustan los finales felices. Es decir, estamos deseando aplaudir ese beso/partido de inflexión tan ansiado. Puede que el Atlético de Madrid, eterno cólico miserere (paseo de los me dan cólicos, recuérdese siempre así al estadio de tan atorrante equipo), no sea el rival más fácil para catalizar el éxito en esta metáfora. No, los violentos rojiblancos no encajan muy bien en una comedia romántica. Pero la vida, a diferencia del cine, tiene aspectos que no podemos controlar. Y, aunque Harry y Sally tuvieron doce años de paciencia, el Bernabéu no ofrecerá tanta indulgencia. Ojalá el orgasmo lopeteguiano llegue pronto, y, por su bien y el nuestro, esperemos que no sea fingido.