A 2:40 para acabar el encuentro, el Baskonia estaba a tres puntos, la posesión madridista se agotaba, y las previsibles dudas que todos los equipos afrontan cuando el local lanza una de sus oleadas nos asaltaron a todos. Doncic se hallaba defendido por Janning, el escolta tirador letal de California, y miró el reloj con el rabillo del ojo a falta de dos segundos para el final de los 24 reglamentarios. Entonces amagó de derecha a izquierda, consiguió un espacio y vio el aro lejísimos. Sin poder armar el tiro de forma ortodoxa, impulsándose con la pierna izquierda a contrapié y lanzando con una mano, el balón salió a falta de menos de una décima. El triple que finiquitaba el partido y el campeonato de liga era propio de un videojuego; la última canasta de Luka Doncic con el Real Madrid no merecía menos.
El Madrid de Laso tiene un potencial poético irrepetible. Después de tantos y tantos años tragando quina, lo de este grupo resulta emocionante. El broche lo puso Doncic, pero la final entera ha sido tejida por prácticamente todos los integrantes de la plantilla (si exceptuamos a los meritorios Dino y Yusta, y al autista Randolph). Hoy Rudy acompañó su defensa extraordinaria (el mejor defensor de jugadores exteriores de toda Europa, a ver quién se atreve a discutírmelo) con veintisiete puntos, arrebatando el MVP de manera postrera a un Carroll que había metido cincuenta y tantos punto en cincuenta y tantos minutos hasta hoy. Pero... ¿cómo olvidar a Tavares, causa del desvío de decenas de tiros y jugadas, sembrando el terror en la zona? ¿Los puntos de Thompkins, increíblemente fiables y sostenidos en el tiempo? Como la capacidad de Felipe de desquiciar a Shenguelia, o la de Taylor y Causeur para defender con dureza y meter los triples librados. Campazzo merecería un párrafo aparte, con una garra y una calidad que nunca se le reconocen demasiado, y un Ayón más oscuro e intendente que en otras ocasiones no puede dejar de ser mentado. Llull, por su estado físico, fue un lastre en defensa, pero Laso esta vez no jugó con fuego e hizo bien. Ya habrá más temporadas.
Porque eso es lo mejor de este equipo. Que gana, juega bien, gana, juega bien, gana, juega bien, y no se vislumbra el final. Suena el Toros en la wii, la canción fetiche del vestuario, para recordarnos que este Real Madrid indie y modernillo ha reconciliado a una legión de jóvenes que se aficionarán al deporte de la canasta a su rebufo. A los que ya éramos sufridores desde hace lustros, la emoción nos impide alargar más esta crónica. Solo podemos disfrutar.