martes, 19 de junio de 2018

Campeones de la ACB

A 2:40 para acabar el encuentro, el Baskonia estaba a tres puntos, la posesión madridista se agotaba, y las previsibles dudas que todos los equipos afrontan cuando el local lanza una de sus oleadas nos asaltaron a todos. Doncic se hallaba defendido por Janning, el escolta tirador letal de California, y miró el reloj con el rabillo del ojo a falta de dos segundos para el final de los 24 reglamentarios. Entonces amagó de derecha a izquierda, consiguió un espacio y vio el aro lejísimos. Sin poder armar el tiro de forma ortodoxa, impulsándose con la pierna izquierda a contrapié y lanzando con una mano, el balón salió a falta de menos de una décima. El triple que finiquitaba el partido y el campeonato de liga era propio de un videojuego; la última canasta de Luka Doncic con el Real Madrid no merecía menos. 

El Madrid de Laso tiene un potencial poético irrepetible. Después de tantos y tantos años tragando quina, lo de este grupo resulta emocionante. El broche lo puso Doncic, pero la final entera ha sido tejida por prácticamente todos los integrantes de la plantilla (si exceptuamos a los meritorios Dino y Yusta, y al autista Randolph). Hoy Rudy acompañó su defensa extraordinaria (el mejor defensor de jugadores exteriores de toda Europa, a ver quién se atreve a discutírmelo) con veintisiete puntos, arrebatando el MVP de manera postrera a un Carroll que había metido cincuenta y tantos punto en cincuenta y tantos minutos hasta hoy. Pero... ¿cómo olvidar a Tavares, causa del desvío de decenas de tiros y jugadas, sembrando el terror en la zona? ¿Los puntos de Thompkins, increíblemente fiables y sostenidos en el tiempo? Como la capacidad de Felipe de desquiciar a Shenguelia, o la de Taylor y Causeur para defender con dureza y meter los triples librados. Campazzo merecería un párrafo aparte, con una garra y una calidad que nunca se le reconocen demasiado, y un Ayón más oscuro e intendente que en otras ocasiones no puede dejar de ser mentado. Llull, por su estado físico, fue un lastre en defensa, pero Laso esta vez no jugó con fuego e hizo bien. Ya habrá más temporadas.

Porque eso es lo mejor de este equipo. Que gana, juega bien, gana, juega bien, gana, juega bien, y no se vislumbra el final. Suena el Toros en la wii, la canción fetiche del vestuario, para recordarnos que este Real Madrid indie y modernillo ha reconciliado a una legión de jóvenes que se aficionarán al deporte de la canasta a su rebufo. A los que ya éramos sufridores desde hace lustros, la emoción nos impide alargar más esta crónica. Solo podemos disfrutar.


miércoles, 13 de junio de 2018

Todo el día enfadaos

Representación gráfica de la rutina del día a día del antimadridista medio, así como del votante de derechas español.

(insertar imagen de Sopalajo de arriérez y Torrezno)

(Evidentemente, los antis y otros indios -jojojo- no nos dejan otra opción a las gentes de bien que hacernos soldados espartanos de Lopetegui. Si bien me ilusionaba poco su nombramiento, recuerdo lo que pasó cuando pusieron a otro vasco de perfil bajo y humilde a dirigir una sección deportiva de nuestro Real Madrid, y no puedo menos que animarme).

martes, 5 de junio de 2018

Zidane, el hombre que casi conoció a Michi Panero

"Y unos me llaman chaval, y otros me dicen caballero.
Alguno no se ha querido pronunciar".
Nacho Vegas

Zidane tenía todos los incentivos para irse después de esta temporada. La tentación de marcharse en la cresta de la ola. La necesidad de una reestructuración de la plantilla, incómoda para un gestor que se precia de su buena relación con el vestuario. La dificultad para seguir motivando a unos jugadores más predispuestos a las competiciones del todo o nada frente a las del esfuerzo continuo. La posibilidad que algunos apuntan de que el club le esté pidiendo tutela sobre jóvenes en los que él no cree. La certeza de que la moneda, por fuerza y por muy bien que se hagan las cosas, a veces sale cruz.

Y sin embargo, yo no lo vi venir. Y, aunque no sea un entrenador al que valore especialmente por su lectura de los partidos, por lo oportuno de sus estrategias/cambios o por sus "genialidades tácticas", al igual que Laso me cae muy bien. Y su marcha, inesperada pese a los evidentes indicios mencionados, me ha dejado un poco chof.

El Madrid de Zizou quedará en la historia hasta adquirir tintes legendarios a medida que pase el tiempo. Además, su apariencia de despistado, cuando no de esnortao tácticamente hablando ("Jugamos mejor que ellos, salimos por fuera y la metemos dentro, ¿saes?"; la cámara documental que recoge las charlas técnicas de las finales de Copa de Europa tiene momentos acojonantes de puro simples, te salta la risa floja al escuchar las simplezas que les decía a los futbolistas), incrementará su personaje de genio incomprendido, como si en vez de entrenador del Real fuese el protagonista de La Conjura de los Necios. Durante su estancia en el banquillo llegó un punto en que a nadie nos hubiese extrañado que Zidane protagonizara una serendipia en la que se descubriese la cura del cáncer. A fin de cuentas, en el terreno deportivo, cuatro copas de Europa en cinco años son bastante equivalentes a dicho logro. 

Humilde ante todo, como si su carácter subrayara lo accidental de sus éxitos, se va alguien ante todo inigualable. Por él brindo, con la mirada ya puesta en un futuro que no podrá ser mejor, aunque lo intentaremos. Porque en eso consiste la vida.